La prima del seguro, es decir, el coste que tenemos que abonar al hacernos el seguro, no es un importe que se imponga al azar, sino que en él intervienen varios elementos que justifican su cuantía.
Cuanto mayor sea la posibilidad de tener el accidente y pueda tener mayores consecuencias, mayor será la prima. No es lo mismo asegurar un vehículo que esté circulando constantemente, por ejemplo un taxi, que un vehículo particular que solo se utiliza para uso familiar. De la misma manera, la prima que se aplica será mayor cuando la cobertura que se contrata sea más amplia, como por ejemplo un seguro con cobertura de daños propios y otro sin ella.
Otros elementos que pueden intervenir en la prima son el valor del vehículo asegurado, siendo mayor el de precio o cilindrada más elevada, los gastos de gestión interna de la compañía necesarios para mantener su actividad, es decir tienen que cubrir todos los costes necesarios para poder emitir pólizas y atender siniestros, pero dejando un beneficio que le permita desarrollar su actividad. También intervienen los gastos de gestión externa de comercialización, así como el pago de recargos e impuestos.
Pero frente a estos datos de fijación de la prima, interviene el dato de la rentabilidad de cada asegurado, es decir, la aplicación en el sistema mayoritariamente aplicado en España del Bonus/Malus. Mediante este sistema, las aseguradoras incrementan o disminuyen la prima según la siniestralidad de cada asegurado, teniendo en cuenta la culpabilidad del siniestro y la cobertura aplicada.
Una vez fijada la prima, las aseguradoras deben notificar al asegurado con la antelación legalmente establecida, la nueva prima, y el asegurado debe decidir si continúa o no con aseguradora.
Federico Martínez de la Puente. Abogado Seguros CEA