Han sido publicados los datos relativos al fraude en el seguro del año 2015, donde se ha detectado que han aumentado los casos, ya que se produjeron 306.000 reclamaciones fraudulentas.
Según esos datos, el impacto estimado del fraude detectado y no detectado fue de 550 millones de euros. Los ramos con mayor incidencia son los de autos y hogar.
Son, nuevamente, datos que nos hacen recapacitar sobre la importancia de este hecho y su repercusión. En primer lugar, nos encontramos con la falta de conciencia de la sociedad, que no considera este problema en toda su dimensión y parece “disculpar” al defraudador, sin tener en cuenta las consecuencias que esta actuación acarrea.
En segundo lugar, los propios asegurados que, ignorando las consecuencias de su acción, intentan “ayudar” a algún familiar o amigo prestándose a declarar un siniestro que no ha ocurrido o ha ocurrido de manera distinta a como se presenta en la aseguradora. Las consecuencias de esta actuación pueden ser desde la simple rescisión de la póliza hasta la acusación de un delito, que puede acarrear cuantiosas multas o incluso la cárcel.
Por último, las aseguradoras, que cada vez disponen de más medios para evitar esta práctica, parece que solo se limitan a organizar congresos donde exponen sus logros, pero no actúan de manera ejemplarizante pues cuando un asegurado o un tercero, que puede ser eventualmente beneficiario de una indemnización, provocan intencionadamente un siniestro o, en caso de producirse, no declaran exactamente como ha ocurrido para beneficiarse está cometiendo un fraude que no solo afecta a las aseguradoras, sino que nos afecta como asegurados debiendo soportar el incremento de las primas causados por esa actividad.